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¿Te has planteado que el experto en algo también fue principiante alguna vez?
Puede ser que nacieran con un
talento extraordinario para jugar a tenis, cantar, correr o pintar. Pero lo que
es seguro es que la primera vez que cogieron una raqueta o un pincel no
hicieron algo que la humanidad recordará. ¿Qué les hizo luego especiales? La
constancia. Que no somos capaces de imaginarnos la cantidad de horas que Rafa Nadal
pasó entrenando antes de tan siquiera cumplir los 10 años (imagínate las que
pasó después); que Beyoncé lleva años ensayando cada uno de sus movimientos durante
horas; que Paco de Lucía vivió pegado a su guitarra 20 horas al día desde niño;
que Michael Jordan probablemente falló veinte veces más triples de los que
luego metió. Investiga a cualquiera a quien admires y te sorprenderás del
trabajo que hay detrás de cada virtuoso.
Ya lo decía Lorca: “El poeta nace pero también se hace”. ¿Qué
quiere decir esto? Que por supuesto cada uno somos diferentes, tenemos tipos de
inteligencias diferentes y gustos predominantes. Si un niño tiende a coger un
balón de fútbol cada vez que puede no es porque se le da bien o mal, sino
porque algo en su interior (sea innato, sea algo socialmente adquirido) hace
que le entusiasme. Y claro, una cosa lleva a la otra: le encanta, cada vez que
puede sale a la calle con su balón, y tras 15 años de “entrenamiento
inconsciente” tiene un dominio de su juguete que le lleva a dedicarse a ello de
manera profesional, porque es un figura.
¿Qué lo ha convertido en un figura?
Las horas y horas de trabajo, que ha hecho con gusto, sí, pero ha sido trabajo
y constancia, al fin y al cabo, sin los cuales no habría adquirido esas
habilidades.
¿Qué habría pasado si el mismo
niño no tiene la oportunidad de jugar con su balón? Nada. Simplemente que se habría
dedicado a hacer y aprender otras cosas. Siempre recordaré que mi abuelo, el
pequeño de 9 hermanos en una familia humilde, no pudo, ni en su infancia ni en
su juventud, ni siquiera plantearse algo que no fuera trabajar para ayudar en
casa; sin embargo siempre tuvo predilección por la música. Obviamente nunca
tuvo formación, pero ya en su vejez, cuando se topaba con un instrumento (una flauta
dulce, un órgano de juguete, un xilófono, un piano…) lo cogía y era capaz de
sacar de oído las canciones con una facilidad pasmosa. Puede ser que hubiera nacido músico pero nunca se hizo. Demostró grandes habilidades para
otras muchas cosas, pero quién sabe si habría llegado a algo si hubiera dedicado
a la música el tiempo que dedicó a otras actividades.
Todo es cuestión de práctica.
Dicen que no puedes aprender a hacer algo hasta que lo has hecho 5.000 veces.
Puede que sean muchas, pero está claro que para poder dominar algo, has tenido
que hacerlo y hacerlo hasta ser capaz de hacerlo con los ojos cerrados. Piensa
en un malabarista. ¿Crees que no se le han caído las bolas miles de veces?
Claro, ahora ya apenas le pasa. Puede que fueran 5.000 o más o menos. Pero
desde luego habrán sido muchas veces las que ha lanzado sus bolas hacia arriba.
¿Cuántas veces crees que tu madre hizo esas croquetas tan fabulosas? ¿Aún te
extrañas de que no te salgan igual?
Si llegas a aplicar la regla delas 5.000 veces en cualquier cosa (cualquier cosa, ¿eh? Prueba tiro con arco, chino, surf, montar a caballo... lo que sea que se te ocurra) y no consigues a hacerlo medianamente bien, entonces serás la excepción que cumple la regla ;)
pero lo normal es que el éxito no llegue sin esfuerzo. No lo garantiza, pero es
la única vía. Así que si estás trabajando duro para conseguir tu meta, sigue
así, y lo lograrás. No hay más secreto que la constancia.
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