domingo, 1 de marzo de 2015

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¿Te has planteado que el experto en algo también fue principiante alguna vez?



Puede ser que nacieran con un talento extraordinario para jugar a tenis, cantar, correr o pintar. Pero lo que es seguro es que la primera vez que cogieron una raqueta o un pincel no hicieron algo que la humanidad recordará. ¿Qué les hizo luego especiales? La constancia. Que no somos capaces de imaginarnos la cantidad de horas que Rafa Nadal pasó entrenando antes de tan siquiera cumplir los 10 años (imagínate las que pasó después); que Beyoncé lleva años ensayando cada uno de sus movimientos durante horas; que Paco de Lucía vivió pegado a su guitarra 20 horas al día desde niño; que Michael Jordan probablemente falló veinte veces más triples de los que luego metió. Investiga a cualquiera a quien admires y te sorprenderás del trabajo que hay detrás de cada virtuoso.


Ya lo decía Lorca: “El poeta nace pero también se hace”. ¿Qué quiere decir esto? Que por supuesto cada uno somos diferentes, tenemos tipos de inteligencias diferentes y gustos predominantes. Si un niño tiende a coger un balón de fútbol cada vez que puede no es porque se le da bien o mal, sino porque algo en su interior (sea innato, sea algo socialmente adquirido) hace que le entusiasme. Y claro, una cosa lleva a la otra: le encanta, cada vez que puede sale a la calle con su balón, y tras 15 años de “entrenamiento inconsciente” tiene un dominio de su juguete que le lleva a dedicarse a ello de manera profesional, porque es un figura. ¿Qué lo ha convertido en un figura? Las horas y horas de trabajo, que ha hecho con gusto, sí, pero ha sido trabajo y constancia, al fin y al cabo, sin los cuales no habría adquirido esas habilidades.


¿Qué habría pasado si el mismo niño no tiene la oportunidad de jugar con su balón? Nada. Simplemente que se habría dedicado a hacer y aprender otras cosas. Siempre recordaré que mi abuelo, el pequeño de 9 hermanos en una familia humilde, no pudo, ni en su infancia ni en su juventud, ni siquiera plantearse algo que no fuera trabajar para ayudar en casa; sin embargo siempre tuvo  predilección por la música. Obviamente nunca tuvo formación, pero ya en su vejez, cuando se topaba con un instrumento (una flauta dulce, un órgano de juguete, un xilófono, un piano…) lo cogía y era capaz de sacar de oído las canciones con una facilidad pasmosa. Puede ser que hubiera nacido músico pero nunca se hizo. Demostró grandes habilidades para otras muchas cosas, pero quién sabe si habría llegado a algo si hubiera dedicado a la música el tiempo que dedicó a otras actividades.


Todo es cuestión de práctica. Dicen que no puedes aprender a hacer algo hasta que lo has hecho 5.000 veces. Puede que sean muchas, pero está claro que para poder dominar algo, has tenido que hacerlo y hacerlo hasta ser capaz de hacerlo con los ojos cerrados. Piensa en un malabarista. ¿Crees que no se le han caído las bolas miles de veces? Claro, ahora ya apenas le pasa. Puede que fueran 5.000 o más o menos. Pero desde luego habrán sido muchas veces las que ha lanzado sus bolas hacia arriba. ¿Cuántas veces crees que tu madre hizo esas croquetas tan fabulosas? ¿Aún te extrañas de que no te salgan igual?


Si llegas a aplicar la regla delas 5.000 veces en cualquier cosa (cualquier cosa, ¿eh? Prueba tiro con arco, chino, surf, montar a caballo... lo que sea que se te ocurra) y no consigues a hacerlo medianamente bien, entonces serás la excepción que cumple la regla ;) pero lo normal es que el éxito no llegue sin esfuerzo. No lo garantiza, pero es la única vía. Así que si estás trabajando duro para conseguir tu meta, sigue así, y lo lograrás. No hay más secreto que la constancia. 

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